Ser estudiante o trabajar, tener horarios prolongados fuera del hogar o vivir solo, son algunos de los factores que influyen en la manera de alimentarnos.
La mala alimentación afecta especialmente a personas de entre 17 y 35 años que viven solas o pasan la mayor parte de su tiempo estudiando o trabajando fuera de casa. Algunos son jóvenes universitarios que emigran a la ciudad a estudiar; otros son profesionales en sus primeros años de independencia. En ambos casos, sus ritmos de vida parece alejarlos de la cocina y llevarlos a tener dietas insalubres.
Gran parte de los jóvenes consumen alimentos basados en los siguientes criterios: sencillez, rapidez y comodidad en la preparación de alimentos, presupuesto limitado destinado a la alimentación y forma no convencional de consumo, es decir, mientras comen ven televisión, leen, estudian, trabajan en la computadora, etc. Asimismo, los horarios son flexibles al punto de que comen a cualquier hora y la dieta suele acomodarse a sus exigencias y ritmos de trabajo o estudio y ocio.
La mala alimentación provocada por la comida chatarra, los fiambres, las golosinas, las gaseosas, el saltarse comidas importantes y no ingerir frutas, cereales y lácteos, aumentan los riesgos de sufrir obesidad, anemia, osteoporosis y enfermedades cardiovasculares, entre otros.
Por otro lado, el sedentarismo ayuda al avance de estas enfermedades ya que se requiere un mínimo de 30 minutos de caminata rápida todos los días para mantener nuestro organismo saludable. El sedentarismo es casi tan malo para la salud como comer mal.
Para comenzar a adquirir hábitos saludables en la alimentación hay que empezar a concientizarse acerca de la importancia de comer alimentos sanos, tener una dieta balanceada, ingerir las 4 comidas principales, dedicarle el tiempo a sentarnos a comer y realizar actividad física regular. Mientras más pronto adquiramos hábitos saludables, más acostumbrados estaremos a ellos.